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Las pymes sufrirán una nueva sacudida con el bono de $5.000

El anuncio del Gobierno no será fácil de cumplir, especialmente para las pequeñas empresas, que han sido duramente golpeadas por la política económica de los últimos años, y aun más fuertemente con el ataque especulativo que sufrió nuestra moneda tras las PASO.

12 septiembre de 2019

Por Joel Vaisman Economista y consultor especializado en negocios y finanzas de empresa

El anuncio del Gobierno de que las empresas del sector privado tendrán que otorgar un bono de $5.000 a sus empleados no será fácil de cumplir. Especialmente para las pequeñas empresas, que han sido duramente golpeadas por la política económica de los últimos años, y aun más fuertemente con el ataque especulativo que sufrió nuestra moneda tras el resultado de las PASO. Tras negociar con la CGT, el Poder Ejecutivo decidió extender el beneficio que había otorgado a la administración pública y resolvió una compensación para recuperar el poder de compra destruido durante 2019. El año, recordemos, se inició con un tipo de cambio vendedor Banco Nación (el que el público toma como referencia) de $38,60 y llegó hasta $45,08 en agosto.

Tras las PASO, llegó a $61,01: un incremento del precio del billete verde, entre enero y septiembre, de 58%.

La divisa norteamericana tiene una influencia muy fuerte en nuestra economía: las facturas de materias primas están atadas al dólar y se suelen cancelar al tipo de cambio vigente al cierre de la liquidación de las operaciones; los agroexportadores suelen fijar sus precios en dólares; las propiedades directamente aparecen en las inmobiliarias con sus precios dolarizados y el público en general utiliza billetes con las caras de próceres estadounidenses como reserva de valor.

Todo esto llevó a que, lógicamente, los sindicatos pidan una compensación por la pérdida constante de poder de compra. Es entendible: el público en general es cada vez más pobre. Si bien es fundamental recomponer la demanda, traerá dolores de cabeza a las pequeñas y medianas empresas.

En base a datos del Ministerio de Producción, existen 609.303 empresas, de las cuales el 99% se clasifican como pymes (es decir, tienen menos de 200 personas en relación de dependencia), y generan el 65% del empleo formal.

Al mismo tiempo, 590.000 firmas son las que tienen menos de 50 empleados. Si bien la realidad varía entre los distintos sectores industriales, todas tienen un patrón en común: el capital de trabajo está destruido.

Invertir a tasa cero

¿Qué es el capital de trabajo? Sencillamente, son aquellas inversiones que las empresas deben realizar con el objetivo de sustentar su actividad. Para poder fabricar y vender, se necesita materia prima y productos terminados (es decir, tener inventarios). Además, las firmas tienen políticas comerciales, como estrategia, para poder llegar a sus clientes. En particular, las políticas de cobranza. Las pymes industriales no suelen vender al contado sino que otorgan días a sus clientes para poder cancelar las facturas. Dicho de otra forma: aceptan cheques.

Tener inventarios y cuentas a cobrar implica tener inmovilizado el dinero en la calle. Es efectivo que no está en manos de la firma, y que, entonces, no genera retorno alguno por sí mismo. ¿Por qué un empresario inmoviliza dinero que podría utilizar en otra cosa? Muy sencillamente porque así puede sustentar la actividad principal.

Cuando hay devaluaciones, las cuentas por cobrar se pulverizan, porque el dinero en la calle ahora permite comprar menos materia prima para reponer. Y, por otro lado, el efecto provocado por un alza repentina en el dólar genera incertidumbre. Proveedores y clientes se llaman entre sí. Los primeros quieren cobrar. Los segundos quieren mercadería.

Lo que suele suceder es que, al no haber certeza sobre los precios, no se realizan transacciones. Si no se paga al contado, y muchas veces, por anticipado, no se realizan entregas de mercadería.

A esto hay que agregarle que, además, muchos cheques comienzan a ser rechazados. En base a la plataforma chequeas, en promedio están rebotando 3.500 promesas de pago por día, básicamente, por no haber fondos suficientes en la cuenta para cancelar la obligación.

En todo ese contexto, dinero en la calle que ha perdido valor, rotura en la cadena de pagos, falta de ventas, empresas que tienen 50 personas tendrán que desembolsar $250.000 adicionales, un monto que, para peor, no compensa siquiera todo lo que los trabajadores han perdido de poder adquisitivo en lo que va de 2019, con una inflación que ya ha alcanzado el 25% entre enero y julio, sin tener en cuenta datos oficiales de agosto.

Recomponer las inversiones hoy es impagable

Una solución tradicional que tienen las firmas es la de recomponer su capital de trabajo y calzar sus obligaciones mediante líneas de préstamo. Pero la política macroeconómica de hoy, con tasas de referencia altas para secar la plaza e impedir que el público vaya hacia el dólar, genera que las tasas sean muy altas.

Inclusive líneas muy promocionales de banca privada para descontar cheques hasta 180 días, en julio, tenían un CFTEA (Costo Financiero Total Efectivo Anual, es decir, incluye impuestos) de 63,34%. Un cheque de $1.000.000, con vencimiento a los noventa días, y vendido al banco, resultaría en la empresa recibiendo $886.041,1. Es decir, la firma, por haber financiado a su cliente, perdió el 13% del pago. Muchos pequeños y medianos empresarios, además, sacan préstamos personales para poder pagar sueldos y bonos, porque la calificación crediticia de su firma quizás no alcanza. En estos casos, las tasas son realmente exorbitantes: de hasta 196% anual en algunos bancos privados.

El costo de la salida

Está claro que existe un círculo vicioso. Por la falta de credibilidad en los fundamentals de la economía argentina, no hay confianza en nuestra moneda. Eso genera que el BCRA deba tener una política de tasas altas para que los inversores no elijan dolarizarse y comprar títulos en dicha moneda. Las tasas altas se contagian al resto de la economía, elevando costos de financiamiento. Como son altos, las empresas no invierten: por un lado, no quieren recomponer sus inversiones porque es mejor colocar su dinero en operaciones financieras y, por el otro, porque por más que lo deseen, el costo financiero es impagable.

Desde que el BCRA anunció que intervendrá con su mesa de dinero el mercado ha logrado tranquilizarse. Es buena señal, para unas reservas internacionales de inmediata disponibilidad que son estimadas en US$ 12.000 millones. El nuevo y renovado compromiso del Central es una señal auspiciosa.

Pero para que las firmas puedan animarse a recomponer su capital de trabajo, y tener un respiro financiero por desfinanciarse contantemente, tendrá que llegar el momento en el cual la autoridad monetaria deberá bajar sustancialmente las tasas, a costa de contener, en esos días, una oleada hacia el dólar con reservas. Lamentablemente, más billetes verdes tendrán que ser sacrificados con el objetivo de volver a normalizar una economía bastardeada.

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